sábado, 10 de noviembre de 2012

HAY DÍAS






















Hay días en que todo sobra.
Todo hace ruido.
Personas, radio, pantallas, libros.
El ropaje que te envuelve pesa,
aturde la luz, el calor, el frío.
No hay ventana ni corriente de aire
ni balcón al que asomarse
que te despoje del vacío.
Entonces te desnudas de piel
frotas tus vísceras con estropajo
para borrar el óxido
y dar cuerda a los latidos.
Sigue siendo vano el intento,
te sobran huesos y carne,  
el dolor, la gravedad,  
la materia gris y la sangre.   

Hay días en que todo falta.
El silencio es infinito.
La paz no está en la ausencia,
ni en la oscuridad,
ni en la gente, ni al aire libre,
ni en la caverna donde te refugias 
y duermes.
Puedes ir deprisa o parar
en mitad de cualquier camino.
El grito no se oye,
las palabras están sordas,
la llama no prende,
la herrumbre te cubre
sin solución aparente.

Hay días. Eso es todo.
Días unos sobre otros
amontonados sin orden. 
Pero a veces, sólo a veces,
un rayo del mismo sol
que alumbraba a tus ancestros
es suficiente para hacerte
sentir en armonía
con los seres inertes y los vivos. 
Puede que la felicidad sea eso.   


Imagen: Joan Miró. El oro del azur, 1967

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