Móvil, pagos con tarjeta,
cámaras de seguridad,
encuestas, búsquedas en Google,
inscripciones, viajes,
compras y sorteos
delatan tu ubicación
en este mundo.
Sólo eres un número con patas
y algo de dinero:
un perfil estándar
en unas coordenadas de GPS.
Estás vivo porque te mueves
y gastas.
Carne de rastreos
ocultos o estatales
para tu bienestar.
No creas que sólo
en aeropuertos o sedes
oficiales te radiografían
bolsillos y huesos.
En una nube
te esperan tus archivos
más secretos.
Vas dejando estelas
de luciérnaga
a cada paso.
El spam nuestro
de cada día,
dánoslo email;
y algún que otro chiste
de whatsapp
para no sentirnos aislados.
Tus vestigios cibernéticos
seguirán ahí cuando hayas muerto.
Te llegará algún sabio consejo
comercial y vales descuento.
Con suerte, tus amigos
de Facebook
te homenajearán
en una página
y pasarás a formar parte
de la base de datos
de fallecidos del trimestre
con la que Hacienda,
muy atenta, invitará
a tus familiares
para que presenten
la herencia
y sus impuestos.
Imagen: Laurence Stephen Lowry. The railway platform. 1953.